El misterio visual de A Hard Day's Night
Qué noche la de aquel día – A Hard Day´s Night – toma prestado el popular título de la canción creada por The Beatles, para reflejar un imaginario concierto de Rock, bajo la óptica de Ramón Lapayese.
Se trata de un amplio lienzo, en bastidor estándar de formato 30 Marina, en concreto 134 x 79 cm. Es una obra de madurez y plena sabiduría estética y técnica. Esta importante pintura de Ramón Lapayese es compleja, llena de detalles y evocadoras miniaturas, y encierra algún misterio, y tal vez, mensajes.
Terminada probablemente en 1992, a finales de su largo periodo americano, sus preparativos se inician en 1991, cuando el autor comienza una serie de bocetos de los elementos que van a incluirse en la escena final. Algunos de estos dibujos se quedarán fuera del lienzo. Estos bocetos definen el aire de tragicomedia que quiere imprimir el artista, que no se mantiene al margen, y deja claros algunos de sus gustos estéticos, sociales y culturales. También refleja ironía y cierta carga de mala leche.
Estilo: la opinión del autor
“Mi arte no es fácil de clasificar o definir, aunque puede considerarse expresionista» – Ramón Lapayese define así su producción, en entrevista publicada en 1984, en el Diario las Américas, de Miami – «Mi obra es fundamentalmente figurativa con un expresionismo impresionista; es una pintura muy libre dentro de la figuración, a la que yo añado una interpretación muy personal». Y, después, añade en la misma entrevista: «El colorido de mis cuadros ha evolucionado desde los colores terrosos que recuerdan a Castilla: austeros, apagados, a los colores mas vivos, mas brillantes, que hacen pensar en un alto grado de temperatura que da a su textura un toque metálico».
Trampantojos y miniaturas
La pintura es luminosa, llena de colores vivos que diferencian varias zonas de atención para los ojos del espectador, a los que, intencionadamente, se les invita a observar el lado derecho, iluminado y abigarrado de acción de los músicos en escena. Las figuras rebosan vida y espontaneidad, y marcan el aire global de esta pintura en vistoso expresionismo, aunque de factura casi fauvista en sus colores y manchas de movimiento, en el lado del escenario. Contrasta y se complementa con la zona ocupada por la audiencia, toda en general medio en penumbra, junto con detalles de estética más chocante, incluso grotesca, que incluiría un homenaje oculto a El Bosco y su famosa pintura El jardín de las delicias. La composición no es solo una propuesta plástica, pues podría llevar mensajes que hay que interpretar -y disfrutar- durante la contemplación del conjunto. Y por lo menos, se aprecian dos retratos: en el centro es un inesperado John Lennon, y rebuscando un poco, el autorretrato del pintor, que casi asusta cuando el espectador lo encuentra, con cierto aire misterioso mirándonos desde la obra.
Contradicciones
Ramón Lapayese, además de artista plástico era violinista, y tenía formación clásica. No disfrutaba el Rock, un espectáculo que podía influir negativamente en la sociedad, y tenía muchas licencias estéticas y demasiados excesos. Aquí y allá hay pequeñas burlas a las poses de algunos músicos en escena, así como en el comportamiento de parte del público. Estos detalles que reprocha el autor hacia el Rock es una contradicción en la pintura, no obstante, pues otorga todo el protagonismo a los dos músicos centrales en una actitud entregada y pasional, no haciendo burla de ellos, nos trae un instante de veracidad que reconoce en los intérpretes.
En la misma entrevista mencionada arriba, el autor incide en la evolución de su estilo, que unos años después -desde la publicación en el 84 hasta la creación de esta obra en el 92- puede parecer también como una falsa contradicción, por el salto temporal, pero que refleja su evolución artística y estética, de algún modo no del todo conformes con este óleo: «Pintar es una forma de decir, y si nuestro lenguaje es oscuro, puede que muchos no lo entiendan».
Dos grandes zonas
El autor divide la obra en dos secciones desiguales, siendo el lado derecho el más importante en superficie del lienzo. Este lado contiene el escenario, donde se ve a los músicos durante su concierto.
Con este reparto del lienzo deja que el lado derecho ocupe aproximadamente entre 83 a 85 cm, que en una altura total de 80 cm, lo convierten en uno de los formatos predilectos del autor, que tiene numerosa obra sobre bastidor en 30 Figura, de 92 x 73 cm, 92 x 65 cm, etc.
El lado izquierdo, de menor extensión en el conjunto de la obra, contiene al público y otros elementos visuales que merecen su atención. Vinculando ambos lados de la pintura se proyectan desde la izquierda unas bonitas y bastante discretas veladuras de distintas tonalidades, que representan la iluminación del show, resueltas con oficio y buen hacer.
El resto de la pintura, unos 45 cm de ancho, lo ocupa el público, resuelto a veces como una masa de personajes con acabado impresionista, tal vez un poco naïf, que contiene detalles y hallazgos que lo hacen muy interesante y divertido de mirar con detenimiento.
El escenario y los músicos
Se incluyen tres zonas de interés en el escenario: 2 grupos de 3 músicos, situados en la parte superior e inferior, y una tercera zona que ocupa la video proyección del concierto. En la parte inferior, el artista sitúa también un gran altavoz o monitor de sonido para los intérpretes. El escenario es literalmente un espectáculo de Rock con los músicos entregados al momento de tocar ante el público. Entre ellos destacan, en el grupo central:
- El cantante solista, del que existe boceto -aunque no con el acabado final- de aspecto, gesto y estética similares a las de Mick Jagger, incluso acompañado de su famosa indumentaria de bailarín de los años 80. El cantante, en mitad de un salto, sostiene el micrófono, que parece introducirse en la boca, y en su mano izquierda lleva una pandereta
- A su derecha, un trompetista, muy similar al boceto que hay de él, en actitud festiva, bailando y con medio cuerpo desnudo: el público del concierto no parece molestarse
- Debajo de ambos, también con su propio boceto -en el que no se aprecia la identidad- está retratado John Lennon tocando su guitarra, en actitud heroica y gesto reconocible. El pintor se molesta en pintarle sus gafas típicas, con pelo largo -aunque rubio- y patillas, como llevó el famoso músico en los años 70. Con la distribución de personajes que hace el autor casi pasa desapercibido que Lennon ocupa exactamente el centro del lienzo, por los laterales y en vertical, solo que un poco desplazado a la derecha, tal vez por añadir dramatismo y desequilibrio visual. En esta situación parece que el pintor homenajea a John Lennon,
- Un violinista en actitud festiva y bailando, que cuenta con su propio boceto. Este personaje lleva casaca y tiene bigote, y, con estos rasgos, tal vez sería razonable vincularlo al anterior por compartir además el color blanco de los pantalones. También está descalzo, como el vocalista.
- Un batería bailando, que no cuenta con boceto -es decir, se resolvió en el propio lienzo- y con una actitud festiva y tal vez con carga irónica por parte del artista, que lo representa mostrando ambos pies, uno fuera del bombo y el otro junto al doble plato Charleston
- Un intérprete de trompa, sin boceto, tirado en el suelo imitando al saxofonista Big Jay McNeely, quien en sus conciertos tomaba esa postura mientras tocaba su instrumento. Esta imagen parece una provocación del autor, que sitúa a este músico en un momento irónico y tal vez un poco burlón