Retrato
1960. Busto de escayola y material reciclado a tamaño natural.
Durante su gran viaje en Lambretta, desde Roma a Madrid, en el verano de 1955, Ramón hizo escala en Venecia y buscó unos souvenirs para regalar a la familia. Adquirió diversas piezas en cristal de Murano, en variados colores, y las empaquetó muy bien.
Dejó que la suerte decidiera sobre aquellos souvenirs: tal vez alguna pieza pudiera salir entera tras el largo viaje en moto que tenía por delante.
Envueltos en tela para absorber los golpes, ceniceros, bandejitas u otros pequeños y delicados objetos decorativos fueron transportados entre la ropa del equipaje.
Al llegar a Madrid, casi dos meses después, sólo quedaban intactas dos piezas, que pudo finalmente regalar a su familia, y se quedó el resto, roto en fragmentos de distinto tamaño y color.
Tal vez fuera deliberadamente un gesto iconoclasta, al permitir que esas piezas de tan conocido y tradicional origen hubieran sido expuestas al tremendo viaje en moto. Tal vez fue sólo un juego algo gamberro, un desafío personal o lo que, en otra ápoca, sería una reivindicación punk, donde el único que podría perder realmente era él, a cambio de intentar llevar un bonito recuerdo a su familia. O, tal vez, formara parte de un personal homenaje al noble material tan ejemplarmente fabricado en Murano, como premio para su gran viaje de retorno desde Italia… Ciertamente esta anécdota nunca fue publicitada ni reivindicada por el autor de ninguna manera.
En cualquier caso, estos bellos cristales de Murano fueron parcialmente reutilizados unos años después en una curiosa obra: ‘Retrato’, hacia 1960, busto realizado en escayola durante la tendencia recicladora de Ramón, y que incorpora, en particular mosaico, otros materiales como conchas de mejillón, cáscaras de nuez, piedra al natural, y otras, que dotan a la pieza de un atractivo juego de color y textura, con un creativo y armonioso tratamiento de tan dispares componentes.